martes, 25 de octubre de 2011

Ciao SuperSic

Diez centímetros, quince tal vez y todo esto habría quedado en una clavícula rota, un par de costillas, el codo xafao. Pero no, una rueda escogió justo el cuello, la única parte desnuda en la armadura del guerrero, el talón de Aquiles. 10 cm.


El domingo no vi las carreras en directo y me disponía a ver la repetición. Pero TVE decidió no retransimitr nada por eso del buen gusto y el respeto y tal. Y está bien. O eso piensas mientras estás intentando asimilar la noticia hasta que te interrumpe la siguiente: el linchamiento de Gadafi en las calles de Libia... se nos ha distorcionado un poco eso del buen gusto y el respeto. Pero eso es otra historia.

O no. Después de todo, entre Marco y yo siempre hubo una pantalla de por medio. Y lo llevábamos bien. A través de ella me regaló cientos de batallas, maniobras arriesgadas, adelantamientos al filo de la locura, revolcones, remontadas épicas, unas cuantas risas y algún calentón; espectáculo puro. Pero a la hora del final, nada. Necesitaba vivir esos minutos de tensión, la angustia de no saber y esperar lo peor, quedarme sentado con cara de imbécil e incapaz de hacer nada. Yo qué sé, aunque sea acompañarle o enviarle un poco de fuerza aunque fuera en diferido, después de todo a mí la física, la geometría o simplemente el destino me perdonó esos 10 centímetros que a Marco le negó.

No me puedo hacer a la idea y puede parecer simple egoísmo, o morbo. Pero esto no va de eso. Su pilotaje, su estilo, su alma de guerrero fueron creciendo día a día, imagen tras imagen. Y sin embargo, de repente, nada o casi nada. Cuanto menos, mejor. Su última maniobra, su agónico intento por evitar la caída y seguir dando guerra (una metáfora de sí mismo) le es arrebatada, maltratada, malmostrada. El guerrero se queda sin batalla. El hombre sin final funde a negro.

(en su web se puede enviar un saludo de despedida)
Habrá que hacerse a la idea.
Arrivederci bambino

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