lunes, 26 de febrero de 2007

Los sospechosos de siempre

Otra vez los buenos planos, los movimientos sugerentes de cámara, el buen gusto estético. Otra vez las pausas desoladas, los arrebatos estridentes, las ambientaciones de colorete.

Otra vez González Iñárritu hace gala de su estudiado y pulido talento escénico para mostrarnos su Babel, otra vez el director cautiva en la forma mientras, según dice, "muestra al ser humano", mientras, y esto no lo dice, categoriza seres humanos.

Otra vez el hombre de la élite cinematográfica mexicana, y de la élite mexicana, pone su cintura narrativa al servicio de moralinas y prejuicios de castas pretendidamente divinas para arrojar sus sentencias pueriles sobre los culpables de siempre, y algunos nuevos. Y otra vez lo hace desde su escondite de historias partidas, para que las cosas transcurran en una casualidad aparente mientras por detrás redundan en causalidad, víctimas y victimarios.

En Babel, Iñárritu desenpolva por tercera vez (¿habrá una cuarta?) su manual de historias paralelas conectadas en un punto, como en Amores Perros, como en 21 Gramos, para hacer otra película igualmente guiada por el error=castigo merecido.

No es de extrañar pues que Hollywood haya reclutado urgente a Iñárritu tras ver Amores Perros (y le haya encargado una igualita pero versión yankee-21 Gramos), puesto que el chilango le pone arte de prestidigitador a mensajes simples y lineales, tan mimados por los estudios al norte del río bravo.

La fórmula vuelve a ser delesnable: clases altas y bajas se cruzan en un punto, fatídico para los primeros, causado por los segundos; sufren los primeros, se castiga a los segundos.

Los guiños, igual de mediocres. Dos niños juegan con un arma a disparar y la cagan, entonces ya no son niños, son niños árabes que portan un rifle dado por un padre irresponsable, que hieren a una ciudadana americana, rubia y casada, de turismo en un país exótico e incivilizado que empuja la agonía al borde de la muerte.

Los hijos de ella y Pitt (rubios y adorables), cuidados por una nana que se va en amores hacia ellos. Hasta que la nana, ilegal y mexicana, no puede faltar a la boda de su hijo y decide llevarse a los niños a Tijuana. La aventura termina con un sobrino borracho (Gael García) a los mandos de un cascajo, escapando de la policía ni bien re-entrar en América, nana y niños barados en el desierto; ella, detenida y deportada, ellos a salvo. Otra vez la imprudencia tan propia de una clase, castigo merecido.

No es muy distinto lo que pasa en 21 Gramos. Un latino destroza la vida de una familia americana de barrio residencial, niñas adorables, esposo empresario; y un ex convicto que encuentra redención vengando a la viuda inconsolable. En Amores Perros, la precursora de la zaga, la moral defendida es la santa familia, y quienes atentan contra ella (Gael García pretendiendo la esposa de su hermano y la modelo, amante del hombre casado) se unen en el punto fatídico de castigo, dibujado esta vez como accidente brutal, que deja a uno sin nada y a la otra paralítica. El tercer protagonista, el mendigo trapichero que años atrás abandonó a su hija, finalmente se redime entregándole a ella su fortuna indigna y desapareciendo sin molestar.

En los mundos de Iñárritu, la gente no vive simplemente, se está de un lado o de otro, siempre del mismo lado.

4 comentarios:

  1. Me gusta cuando comentás películas, aunque no pensemos lo mismo.

    A mí Babel me encantó y, es raro, pero no veo esa dicotomía entre unos y otros, aunque no es la primera vez que me lo hacen notar. Para mí son todos, de alguna manera, víctimas y victimarios.

    Y tengo la impresión que vos pensás lo mismo cuando decís "se está de un lado o de otro, siempre del mismo lado".

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  2. Uff... otra vez... Babel me cansó...

    saludos

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  3. Extrañamente, coincido.

    Saludos!

    C&P

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  4. a mi no me extraña!

    está claro, aunque no lo vi / me pareció en amores perros, que me gustó.

    abrazou!

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